La historia de la viticultura en España promueve un viaje a través del tiempo, que abarca miles de años de evolución cultural, agrícola y enológica. Desde los tiempos prehistóricos hasta la era moderna, la vid ha sido un componente esencial en la vida y la cultura de la península ibérica. Este artículo vamos a ver la evolución de la vid en España y cómo han ido cambiando las diferentes variedades de uva a lo largo del tiempo, destacando su importancia histórica y su relevancia en la viticultura global.
Historia de la evolución de la vid en España
Los orígenes prehistóricos con la vid silvestre
Los primeros indicios de la interacción humana con la vid en la Península Ibérica, debemos remontarnos casi 800.000 años atrás. Los descubrimientos en el yacimiento de la Gran Dolina en la Sierra de Atapuerca (Burgos) revelan la presencia de polen de vides silvestres, lo que indica que el Homo antecessor ya recolectaba y consumía las uvas de estas plantas. Este hallazgo posiciona a la Península Ibérica como una de las primeras regiones del mundo donde la vid jugó un papel en la alimentación humana.
La llegada de las vides de Oriente
El siguiente gran salto en la historia vitivinícola de España se produce con la llegada de los fenicios en el siglo IX a.C. Los fenicios, comerciantes experimentados, introdujeron en la península nuevas variedades de vid y técnicas de cultivo desde Oriente. Los restos arqueológicos en Cádiz y Denia, datados en el siglo VI a.C., son testimonio de esta influencia. Durante esta época, el vino era un bien preciado, reservado para ceremonias religiosas y ofrendas a los dioses. La elaboración del vino fenicio consistía en una mezcla de mosto con frutas, que luego se calentaba para obtener una bebida densa y afrutada, antecesora del vino que conocemos hoy.
La expansión del vino y el desarrollo de nuevas variedades
Con la llegada de los romanos, el cultivo de la vid y la producción de vino se expandieron por toda la península. Roma convirtió el vino en una bebida accesible y popular, fomentando su comercio y mejorando las técnicas vitivinícolas. Columela, un agrónomo romano del siglo I, documentó algunas de las variedades de uva que aún se cultivan hoy, como la teta de vaca y las jaenes purpúreas, que probablemente dieron origen a las actuales variedades de moscatel.
Innovación y diversificación de la viticultura en la influencia musulmana
La conquista musulmana en el siglo VIII trajo consigo un cambio significativo en las prácticas vitícolas heredadas de los romanos. Aunque el Islam restringía el consumo de alcohol, los agrónomos andalusíes como Ibn Bassal y Al-Tignari contribuyeron a la diversificación de las variedades de uva y la expansión del cultivo de uvas de mesa. Esta era vio la introducción de nuevas técnicas de propagación y la creación de viñedos en regiones con nuevas variedades de vid en España, donde antes no existían, como los cármenes de Granada.
Edad Media y la expansión vitícola a través del Camino de Santiago
Entre los siglos XII y XV, el vino se convirtió en un elemento central de la vida religiosa y social en la España cristiana. Los monasterios cistercienses fueron claves en la conservación y propagación de las variedades de vid en España, especialmente a lo largo del Camino de Santiago. Este periodo puede considerarse el precursor de las modernas denominaciones de origen, que buscan preservar la calidad y la autenticidad del vino producido en diferentes regiones.
La globalización del cultivo de la vid
La llegada de los españoles a América en 1492 marcó el comienzo de una nueva era para la viticultura en España. Las vides viajaron al Nuevo Mundo, donde los colonos establecieron nuevos viñedos en México, Perú, Chile y Argentina. Variedades como la listán prieto, conocida en América como criolla chica y uva país, se convirtieron en las primeras uvas cultivadas en el continente americano.
Crisis de la filoxera y la llegada de variedades extranjeras
La filoxera, una plaga devastadora, arrasó los viñedos españoles a finales del siglo XIX, destruyendo una gran parte del patrimonio vitivinícola del país. Esta crisis obligó a los viticultores a replantear sus cultivos y, en muchos casos, a introducir variedades de uva extranjeras para recuperar la producción. A lo largo del siglo XX, la diversidad varietal se redujo drásticamente, con unas pocas castas ocupando la mayor parte de la superficie cultivada.
La recuperación de las variedades autóctonas
En respuesta a la globalización y la pérdida de diversidad, el siglo XXI ha visto un resurgimiento en el interés por las variedades autóctonas. Proyectos de investigación a nivel nacional han identificado y clasificado cientos de variedades desconocidas, algunas de las cuales podrían ser claves para el futuro y evolución de la vid en España en un contexto de cambio climático.
Hoy, España tiene una rica herencia vitivinícola, que no solo define su cultura, sino que recalca la importancia del hombre y capacidad de transformar las zonas con vides y adaptarse a su entorno. Debemos de seguir conservando y promoviendo las variedades autóctonas, asegurando que el legado de la vid en la Península Ibérica siga vivo para las futuras generaciones.